Enero-2002
Aventura-5: ¡EL ATAQUE AÉREO!
Ahora resulta que, según la última información recabada, al sargento no le faltaba razón con sus temores y obsesión con los rusos. Según parece, pescadores de la Unión Soviética intentaron ocupar la isla en varias ocasiones en los años sesenta, aprovechando el abandono de la presencia española, que se produjo, al parecer, en el año 1964 y se prolongó durante un periodo de tiempo de cuatro años.
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Bueno, continuamos con la historia.
Como decíamos al finalizar el anterior capítulo, el sargento no se rindió con el episodio del submarino y dejó caer la posibilidad de la ocupación de la isla por los rusos, esta vez mediante un ataque por aire.
Pues bien, unos días después vivimos una noche de infarto.
Hacía más o menos unas tres horas que nos habíamos acostado y todos dormíamos. Algunos compañeros, muy nerviosos y alarmados, despertaron a todos los demás jurando que habían oído un avión volando a baja altura.
En esas estábamos cuando apareció en el dormitorio el sargento con los ojos desorbitados:
[Sargento]
¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis visto? Es un avión en vuelo bajísimo. ¡Algo pasa! ... ¡Silencio! ¿No oís? ¡Ahí viene otra vez!.
Se podía oír claramente el ruido de un avión de hélice que iba aumentando de intensidad rápidamente. Todos salimos afuera corriendo a medio vestir y, parapetados en una esquina del faro, pudimos ver como un enorme avión pasaba muy cerca en vuelo rasante.
Todos coincidimos en que parecía tratarse de un avión de reconocimiento de esos que llevan una especie de cono en la cola.
[Sargento]
¡Me cago en la leche! ¿Habéis podido ver si es español?
Imposible ver ese detalle.
Por las luces del avión, pudimos observar como éste realizaba un giro y volvía de nuevo recto hacia la isla. Esta vez pasó algo más lejos de nosotros, muy bajo y justo por encima de la panadería.
[Sargento]
Esto me huele muy mal. O el avión tiene dificultades o nos están avisando de algo. Seguro que han visto algo raro en el mar; alguna embarcación (rusa, digo yo) que intenta desembarcar en la isla o algo así.
¡Todo el mundo aquí vestido y armado inmediatamente!
Mientras tanto el avión había dado la vuelta y volvía a acercarse de nuevo.
[Sargento]
¡Dispersaos! ¡Alejaos del faro!
Todos salimos corriendo en distintas direcciones, dando traspiés y produciéndose caídas a pesar de las linternas. El cabo y yo fuimos juntos en dirección norte y nos agazapamos a pocos metros del faro.
El avión hizo otra pasada por encima de la panadería balanceando las alas; en esta ocasión no volvió a girar y se alejó definitivamente perdiéndose en la noche.
Entonces fue cuando unos compañeros descubrieron que detrás de la pared de la panadería había un pequeño incendio.
[Soldados]
¡Mi sargento, hay fuego en la panadería! ¡Fuego en la panadería!.
El sargento se había adelantado y estaba muy cerca de donde nos encontrábamos el cabo y yo.
[Sargento]
Ya decía yo que nos estaba avisando de algo. ¿Cómo se ha podido producir ese fuego? Puede haber sido provocado por alguna bengala lanzada por comandos (rusos, por supuesto) para señalizar posiciones.
[Cabo]
¿Mi sargento, quiere que comuniquemos con la comandancia de Málaga?
[Sargento]
De momento no.
Así nos mantuvimos durante un tiempo, viendo como la intensidad del fuego iba decreciendo poco a poco.
[Sargento]
¡Todos atentos! ¡Que nadie se mueva de donde está! ¡Voy a ir a inspeccionar! Y dirigiéndose al cabo, a mí y a otro soldado cercano nos ordenó: Vosotros tres, venid conmigo.
Fuimos acercándonos a la panadería con mucha precaución, muertos de miedo. El sargento delante, pistola en mano, y nosotros tres detrás, con los fusiles listos. Según nos acercábamos, comprobamos que, efectivamente, había un pequeño incendio cerca de la panadería. Las precauciones se fueron extremando según nos acercábamos; andábamos completamente agachados y el sargento mandó que nos retrasáramos un poco y nos separáramos más entre nosotros.
Se podía ver que el fuego estaba limitado a una pequeña área de un par de metros.
Cuando estábamos ya muy cerca, el sargento ordenó: ¡Alto!. Nos acercamos a él. Lo que allí parecía verse era un objeto con aspecto cilíndrico en medio de las llamas.
Nos acercamos un poco más, muy despacio, y alumbramos con las linternas. Nos dio un vuelco el corazón. No era posible. Lo que vimos en medio del fuego era ni más ni menos que una ... ¡ENORME BOMBA! o torpedo de más de dos o tres metros de longitud.
[Sargento]
¡Hostia! ¡Una bomba! ¡Atrás, atrás! ¡Todos a cubierto!
¡Me cago en diez!, El susto fue tremendo. Salimos corriendo para atrás a toda leche. Más de uno dejamos atrás alguna bota. Me caí un par de veces, pero ni me miré, como los buenos toreros.
Llegamos al faro y todos nos parapetamos. Les contábamos al resto lo que habíamos visto: ¡Un torpedo y ardiendo!.
[Sargento]
Cabo, comunique la situación a Málaga y que digan qué hacemos.
En Málaga no sabían nada. Que no podía ser nada grave porque les hubieran informado inmediatamente. Que nos mantuviéramos conectados porque se pondrían en contacto con nosotros cuando averiguaran algo.
Las caras eran todo un poema. Teníamos todos un susto tremendo. No hacíamos más que repetir que lo que había allí encima del fuego era una bomba gordísima, que seguro que era capaz de hacer desaparecer la isla entera.
El fuego fue remitiendo poco a poco y se apagó al cabo de algún tiempo y ninguno de nosotros se movió de donde estaba hasta el amanecer.
El sargento consideró que después del tiempo transcurrido la bomba se habría enfriado y el peligro de explosión había disminuido y decidió acercarse solo a inspeccionar.
Nosotros nos quedamos observando escondidos tras el faro. Vimos como llegaba al lugar, daba vueltas alrededor, se agachaba, se levantaba. Fueron unos instantes de tensión hasta que oímos la voz del sargento que decía: No hay peligro. Podéis acercaros.
Fuimos todos corriendo y vimos que lo que parecía un torpedo era en realidad una especie de depósito de un material de apariencia de cartón piedra, que sonaba a hueco cuando se le golpeaba. Todos respiramos y nos sentimos aliviados de semejante pesadilla.
La comandancia de Málaga nos comunicó que el objeto era un depósito adicional de combustible que se le había desprendido a un avión de reconocimiento (o se había desecho de él)..... ¿Y el incendio?..... En fin .....
El susto me duró hasta el final del destacamento.
Nuestro relevo se produjo sin incidentes una buena mañana, aunque con casi un mes de retraso al previsto y después de un intento fallido por el mal tiempo -todos preparados y viendo como el Segura pasaba de largo-.
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Aquella noche en Málaga, con el dinero cobrado por el trabajo realizado en la isla, celebramos con una juerga fenomenal el estar vivos.
Nos dieron permiso para dormir fuera del barco. Cenamos todos juntos, tomamos copas a discreción y acabamos en un club de alterne. Allí rematamos la noche. Hubo quienes se encerraron en una habitación con otras tantas mozas; repartieron por el suelo colchones almohadas y cojines; se alinearon empelotados en dos paredes opuestas: ¡A la una, a las dos y a las tres!. Apagaron la luz y ..... ¡Al ataqueee! ¡Sálvese quién pueda! ¡Ojo que voy! ¿Tío, pero qué haces? ¡Suéltameee! ¿Esto que esss?..... Para morirse de risa.
Y de esta guisa acabó mi aventura en la Isla de Alborán, que algún día puede que vuelva a pisar.
Fin.