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Enero-2002

Aventura-2: ¿EL DESEMBARCO?

En el capítulo anterior, habíamos dejado dentro de una barcaza a los diez infantes relevistas, los marineros de la tripulación y además, se me olvidó, el farero y dos albañiles, para continuar las obras que se estaban haciendo en el faro.

También se me pasó contar que previamente habían sido traídos al barco en el mismo bote los componentes del destacamento anterior, entre los que encontré al compañero ¿Torrente?. Me impresionó muchísimo ver sus caras quemadas y resecas, tan delgados, sucios, con barbas y pelos largos y apelmazados, ... unos auténticos náufragos. Me hice una idea de lo que me esperaba.

En aquel momento recuerdo que me vino a la mente una ilustración de un libro de historia infantil, que se me quedó grabado como ejemplo de sufrimiento, que representaba la llegada a Sanlúcar de Barrameda de Elcano y unos pocos desarrapados y enfermos supervivientes, después de dar la vuelta al mundo.

Continuamos:

Una vez instalados en nuestra barcaza, los marineros comenzaron a remar en dirección a la isla, que estaba a unos doscientos metros. Durante el trayecto el cabo marinero nos explicaba: "No os preocupéis que este desembarco lo he hecho cientos de veces y en peores condiciones que las de hoy. Vamos a hacerlo por la Playa de Levante, que hoy está más resguardada. Si os fijáis en el oleaje de la playa, se alternan momentos de relativa calma con la llegada de tres grandes olas seguidas, las tres Marías. Lo importante es que al llegar cerca de la playa estas olas rompan por popa; para ello yo os indicaré el momento en que, rápidamente, debemos hacer la maniobra de viraje, bogando vosotros, los de babor, y ciando los de estribor".

Lentamente nos íbamos acercando a la playa y cada vez las olas eran mayores; algunas superaban la borda; estábamos chorreando y comenzaba a inundarse el bote. Llegado el momento, el cabo gritó: "¡Atentos a mis órdenes...! ¡Ahora, ciar, bogar, rápido, rápido!". La primera María nos cogió, antes de lo previsto, de estribor, entró abundante agua y el bote se inclinó alarmantemente. La segunda María, mayor que la primera, rompió de lleno barriéndonos a todos; casi volcamos; el agua hasta las rodillas. Todos con caras de asustados. "¡Vamos, vamos! ¡Que podemos!", vociferaba el cabo con los pelos estilo Anasagasti pegados a la cara.

Pensamos lo peor cuando vimos que se acercaba la tercera María, enorme; el viraje estaba casi completo pero no sirvió de nada; el golpe fue tremendo y algunos salieron despedidos; el bote se inundó totalmente y …. se hundió.

La profundidad era de menos de dos metros, solo nos cubría someramente, y la distancia a tierra era solo de unos pocos metros, gracias a esto y a que todos sabíamos nadar no hubo ninguna desgracia. Allí estábamos todos dando saltitos y sacando las cabezas para respirar (era imposible nadar con todo el equipo puesto y mojado, incluido el fusil y la manta de los que me deshice inmediatamente). Yo no sé por qué, quizás los nervios, pero a mí aquello me hizo una gracia tremenda, sobre todo viendo la calva y el pelo del cabo de maniobra saliendo y entrando del agua, cada vez con un look distinto, de modo que con las risas casi me ahogo.

Como pudimos fuimos llegando a la playa y comprobamos que no faltaba nadie, solo algunos rasguños y el pobre cabo de marinería, que no entiendo como iba descalzo, con las plantas de los pies llenos de púas de erizos.

Cuando nos tranquilizamos, algunos volvimos al agua para rescatar lo que pudimos, sacos de patatas, latas de conservas, equipajes, fusiles,...

Tres o cuatro horas más tarde, nos trajeron nuevos víveres en otro bote, esta vez sin problemas para desembarcar. Dijeron que vendrían a rescatar con una grúa la barcaza hundida, pero no lo hicieron, al menos en el tiempo que permanecimos allí.

En cuanto trasladamos toda la impedimenta arriba al faro, exploré la isla. Supongo que habrás visto alguna foto o reportaje de Alborán. Es un islote de unos 71.200 metros cuadrados de extensión (7,12 hectáreas), en forma de punta de flecha, con una longitud de unos 642 metros y 265 metros por su parte más ancha y una altura máxima de 16 metros. En el extremo de poniente se encuentra el faro y las instalaciones para el destacamento; en el otro extremo está el Cementerio de la Vieja, unos enterramientos de, al parecer, la suegra de un farero, la mujer de otro y un piloto alemán de la Segunda Guerra Mundial cuyo cuerpo fue encontrado en la playa. A poca distancia del faro se encontraba la panadería, un pequeño habitáculo subterráneo habilitado para este fin.

El terreno es desértico y la rara vegetación existente son unas hierbas y matorrales con hojas carnosas. La isla se levanta, unos veinte metros, sobre una plataforma más extensa que le circunda, que queda casi al descubierto durante la marea baja. Está atravesada por varias cuevas, aéreas y submarinas, que, creo recordar, desaconsejaron desarrollar hace años un proyecto de la Marina de construir una base de helicópteros y aviones Harrier.

De los ocho soldados que éramos, uno iba como panadero y otro como cocinero. Pronto descubrimos que ninguno tenía ni idea: los primeros panes pesaban como piedras; los había hecho sin levadura y cuando le preguntamos dijo: "¿Y ezo qué é lo que é?". En cuanto al cocinero, hizo para la primera cena un potaje repugnante que, no obstante, comimos como pudimos. Con la práctica fueron aprendiendo y acabaron haciendo buen pan y buenos guisos, ...... cuando podían (ya lo entenderás más adelante).

Continuará.

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